miércoles, 8 de enero de 2014

Reflexión sobre lo sucedido en la clase de hoy

Reflexión sobre lo sucedido en la clase de hoy

Empezar exponiendo una cita, antes que nada, supone una invitación al silencio en medio del ruido y el alboroto habitual al inicio de la clase. Más allá del contenido de la cita, o lo que quiera sugerirnos, pronunciar unas palabras, con sus debidos ritmo y entonación, se convierte en una llamada a la reflexión y contemplación de uno mismo; es realmente importante la forma en que se lee y el tono con el que se hace. Además, en ocasiones estos comienzos ofrecen un ambiente en el que se irradia cierta sensación de unión, cierta integración grupal de quienes conformamos el aula. Creo que éste es un buen primer paso para introducirnos en una sesión académica o pedagógica.

Comenzar con una reunión en grupo es totalmente diferente a la enunciación de una cita. Generalmente estas conversaciones grupales suelen ser muy desordenadas, y en algunos casos escandalosas, ya que carecen de un moderador. Lo que considero realmente importante de las reuniones en grupo es precisamente que con ellas se rompe el hielo; es una formidable manera de acercarnos los unos a los otros y debilitar esas barreras que innecesariamente nos separan.

Por otra parte, estos dos comienzos ofrecen oportunidades de aprendizaje que las pedagogías convencionales y predominantes no brindan. Como bien se dijo en la clase de hoy, cuando se pretende enseñar a través de la autoridad y el miedo inevitablemente surge el rechazo por parte del alumno. Además, uno de los grandes dilemas que plantea la educación de hoy concierne al conocimiento, que deja de ser conocimiento y se convierte en mera información desde el momento en que se trata de inculcar de un modo forzoso.

Lo que ocurrió esta misma mañana en nuestra clase no es más que el fruto, o más bien las consecuencias frustrantes, de nuestro sistema educativo. Los estudiantes ya no quieren aprender; les aburre el conocimiento. Por su parte, el maestro que trata de buscar vías pedagógicas alternativas encuentra mil y un impedimentos, y le es realmente difícil que su propuesta tenga éxito. Por desgracia, esta situación es absolutamente razonable y de esperar. Existe una auténtica saturación de información dirigida a los alumnos. En una coyuntura tal, despertar la motivación de estos estudiantes para aprender es, cuanto menos, costoso.

Es tal la cantidad de información y el modo tan brusco en el que se nos atiborra de ella, que es imposible aprender. Nuestras facultades se sobrecargan, y nuestra motivación decae. Ni siquiera se nos da tiempo para que el conocimiento penetre en nosotros, ni se nos plantea si realmente existe la voluntad por nuestra parte de adquirir tales conocimientos. Ya cualquier cosa que se nos ofrezca carece de todo interés.


Pese a la frustración y pesimismo que esta circunstancia suscita, no tiro la toalla, y deseo que aquellos maestros que tienen plena conciencia de ello tampoco lo hagan. Como se comentaba en clase esta misma mañana, lo que debe movernos es la necesidad, y no nuestro capricho egoísta. Por lo tanto hay que seguir trabajando, aunque los resultados no sean los esperados.

2 comentarios:

  1. Gracias Emilio, por tu aportación y por tu espíritu

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  2. Excelente artículo. Refleja no solo la situación actual de los estudiantes, como, casi sin quererolo, la de los profesores. ¡Enhorabuena!

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