domingo, 29 de diciembre de 2013

Cuando sobran las palabras

Cuando sobran las palabras


La semana pasada, se pudo comprobar a través de un conocido medio de comunicación español, cómo un periodista deportivo criticaba a Joaquín Almunia por perjudicar al fútbol español, acusándole de persecución. En sus declaraciones, juzgaba acaloradamente la actitud del vicepresidente de la Comisión Europea, al investigar la deuda de determinados clubes con Hacienda, explicando que éste después se sentaba tranquilamente en San Mamés, para ver a su Athletic de Bilbao.
En entrevistas posteriores, el señor Almunia, argumentaba que “el control de las ayudas de Estado, principio básico de la Unión Europea, se desarrolla a través de investigaciones para ver si las ayudas públicas son compatibles con la legislación europea”, y que “la investigación no se refiere a la estructura societaria de los clubes, sino al diferente tratamiento fiscal”. Éstas declaraciones no son, de ningún modo, incompatibles con el hecho de acudir a cualquier estadio para animar al equipo que uno quiera. Por un lado está la profesión y por otro la devoción, amigo R.G.
¿O hubiera sido mejor hacer la vista gorda y dejar que determinados clubes se sigan beneficiando económicamente del Estado? En un NEGOCIO como es el fútbol, aún existen personajes que se asombran cuando alguien intenta aclarar determinadas actividades. En ningún caso se perjudica al deporte, sino que se investiga a entidades que pagan casi cien millones por un jugador, mientras pretenden lucrarse hasta la saciedad de la falta de control de un mercado desregulado. Cada día comprobamos como pequeños clubes o asociaciones deportivas de base, se ven obligadas a aumentar las cuotas de sus integrantes o bien desaparecen, ante la imposibilidad de hacer frente a los tarifazos del Ayuntamiento de Madrid. Esto si que es perjudicar al deporte.
Por supuesto que se trata de una cuestión política. ¿Y qué no lo es? Se trata de resolver conflictos estableciendo normas de obligado cumplimiento ”para todos” los participantes. ¿O seguimos con la ley del embudo?
Hablar de un tema cuando no se tiene mucho conocimiento sobre él y cuando, además, las palabras se basan en arrebatos poco madurados, puede resultar ridículo y hasta ofensivo.

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