domingo, 24 de noviembre de 2013

Aproximación a ..... Pániker

APROXIMACIÓN A “DESENCANTO COMO SIMPLIFICACIÓN” EN “APROXIMACIÓN AL ORIGEN” POR SALVADOR PÁNIKER

Vivimos en la era de la depresión, la ansiedad. Un desasosiego que representa la cárcel del desarrollo de la individualidad, fruto y síntoma de un complejo entramado de “desencantamiento” que el ser humano occidental ha generado como consecuencia inintencional de acciones intencionales. Estas acciones intencionales son el sólido desarrollo de un sistema de valores positivistas fruto y a la vez relevo de los mitos religiosos que históricamente han imperado en Occidente.

Occidente ha perdido el norte, o más bien, el sentido general de la dirección con respecto al origen, a la mística, al sentido creativo; tanto a la realidad como a la lucidez, a su última y primordial fuente de sabiduría. Una forma en que se expresa, en el ser humano postmoderno, este distanciamiento del origen se puede palpar en la gradual pérdida de sus lazos sociales estables y paralelamente su falta de ilusión y motivación que deriva de y hacia una continua pasividad, síntoma de la escasez de referencias que guíen las acciones del mismo.

Nos encontramos por tanto ante un ser humano confuso y perdido, pero sobre todo distraído por un avance tecnológico que supera su avance moral. La falta de referencias puede llevar al humano a encontrar refugios en ideales absolutos, en sistemas cerrados y que se encierran por sí mismo (sociedades cerradas, como antinomia de Popper): a respuestas totalitarias. Tales respuestas no se acercan críticamente al origen, pero crean la falsa esperanza de una integración mayor resolviendo sintomáticamente la escasez de lazos sociales estables y regenerativos.

Además, un ser humano debilitado socialmente que busque reconocimiento puede verse conducido hacia formas extremas, y no tan extremas, de narcisismo. Un narcisismo que lleva a buscar en nuestro interior lo que desearíamos encontrar en nuestro exterior, en las demás personas. Un narcisismo que proyecta nuestro ego idóneo sobre el/la otro/a durante el proceso de enamoramiento y que contribuye a nuestra confusión más que a nuestra salvación.

Existen a nuestro alrededor demasiados marcos de referencia, fruto en parte del desarrollo de sociedades democráticas en Occidente, pero nuestro avanzado desarrollo crítico nos impide entregarnos por completo a ninguno y no encontramos satisfacción total en ningún marco concreto que explique la realidad acorde a nuestra visión crítica del mundo.
Nuestra historia occidental ha estado cruzada por estados de conciencia que han intentado presentar verdades absolutas, el liberalismo y su contrapartida marxista, el puritanismo de Locke o la religión de estado de Hegel, a la par que los simbólicos sistemas religiosos. Sin embargo, la secularización de Occidente no ha venido acompañado de nuevos mitos profanos que sustituyan sistemas totales de valores. Somos adolescentes durante cada vez más tiempo, buscando verdades que expliquen la incertidumbre del paso del tiempo.

¿Cómo integrar de nuevo y de forma crítica al individuo en el colectivo? Simplemente ha de encontrarse en lo más profundo de la propia ambigüedad de las sociedades occidentales. El propio desarrollo tecnológico ha de dejar de convertirse en un fin en sí mismo y convertirse en un medio para “ser libres en la complejidad, capaz de ser felices día a día, más allá de lo simbólico.” (Pániker, 2001: 57). El ser humano occidental ha de aproximarse al origen por el mismo camino por el que se desligó de él: por su capacidad crítica. De ahí ha de nacer una nueva relación mística, una nueva sensibilidad que reúna al objeto con el sujeto para terminar con la dualidad cartesiana que dividió al ser humano.

En definitiva, es necesario un nuevo paradigma que cohesione a los individuos a través de la integración en un mismo plano de los antagonismos. Tal proceso sólo es factible en una sociedad abierta donde se pueda desarrollar un pluralismo crítico y saludable. Hemos de poder conjugar la ambivalencia, la contradicción, con el bienestar social, trazando así una aproximación crítica al origen.


La lucha de clases ya no nos sirve, pese a que las clases dominantes tengan el poder sobre la información y que a través de ello se institucionalice la explotación. Pero vivimos en un mundo de muchos tipos de lucha, fruto en parte de la globalización y el intercambio cultural, los nuevos motores de la historia. Quizás represente esto una oportunidad para redirigir la pluralidad de marcos de referencia hacia una organización de las desorganizaciones.

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