martes, 26 de noviembre de 2013

Las mil caras de Marrakech

LAS MIL CARAS DE LA CIUDAD ROJA / MARRAKECH


Pues hoy he decidido venderos Marrakech porque es divertida y barata al gusto del estudiante, pero por muchas otras razones que os iré dando durante el texto. Seguro que muchos conocéis ya Marrakech y es que es una de esas ciudades donde el turismos ahoga el centro.
El olor, la luz, los sonidos... el ambiente tiene un color especial y espeso como la arena del sur de Marruecos. Marrakech me ha dado mucho en estos años: amigos, alegría, amor, dolor y perdidas; pero sobretodo pasión, pasión por otras culturas y por otra forma de viajar, viajar sola.
 
La primera vez que puse un pie en este país fue precisamente en esta maravillosa ciudad llena de vida y encanto, fue hace ya tiempo y era el primer viaje internacional que hacia sola. Mi intención no era está en un primer momento pero mi compañera de viaje firmo un contrato de prácticas la misma semana y yo no iba a renunciar a los billetes de avión.
Mi entorno puso el grito en el cielo cuando dije que me iba y me iba, no había otra. Miles de malas historias llegaban a mis oídos, el resumen de todas ellas era que una mujer sola en marruecos era muy vulnerable y correría peligro. Yo había convivido durante algunos meses con cuatro marroquíes y algo conocía sobre la cultura y la lengua pero el bombardeo de opiniones negativas acabo por crearme un miedo infundado.

Pise el aeropuerto de la Menara y en cuestión de minutos me vi regateando por un taxi (primera y última vez que lo conseguí en el aeropuerto, tienen una tarifa fijada absolutamente abusiva, 150 DH- 15 E aprox., si tenemos en cuenta que por 2 E recorremos media medina en círculo si somos Marroquíes o un turista avispado, no cuesta nada aprenderse los números en marroquí y regatear), claro está, no conseguí el mejor precio (os recomiendo que cojáis el autobús, es el único que hay y te deja en la plaza de Foucault, en frente de Jemaa El Fna, no hay perdida, es barato y hay muchísimo más espacioso).

La primera impresión es tan importante pero tan desacertada...Mi Riad, para desgracia mía, estaba en las afueras de la medina, cerca de Bab Doukkala (al noroeste de la medina, yo recomendaría coger un Riad lo más cerca posible de la plaza) donde hay un bazar de ropa usada y productos frescos, es una zona de arena que levanta mucho polvo y hay mucho tránsito de gente. Mi taxi me dejo en la puerta del Riad, al cruzar la pequeña callejuela, una moto y un burro con un carro casi me arrollan. Una vez registrada en el Riad, pensé para mis adentros: "ahora o nunca", si me ponía a darle vueltas me quedaría en la habitación.

Pues resulto que viajar sola es lo más interesante que puedes hacer para adentrarte en la cultura de otro pueblo. Según empecé a recorrer las callejuelas en dirección Jemaa El Fna lo único que sentía era miedo a lo desconocido, en el primer tramo vi un barullo de gente que corría calle abajo, un cuerpo (más tarde supe que era un motorista accidentado) era levantado por unas 10 personas y una gran comitiva lo seguía: "Iala, Iala", me sentía observada por todos y caminaba intranquila con mil ojos. Según iba dando pasos iba cogiendo confianza, todavía no había llegado a los zocos que rodean la plaza y se extienden y entre mezclan por las mil callejuelas inmapeables de la ciudad (algo curioso es que la gente de allí no conoce la propia ciudad y menos en un mapa, de hecho regale muchos de ellos por el interés que ponían en él).

Hay que darse un tiempo de adaptación a cualquier entorno extraño hasta que coges experiencia, todo está en intentarlo. Al principio alguna persona se me acercaba, tome algún que otro té en alguna tiendecilla y tuve grandes y pequeñas conversaciones con los tenderos que no pretendían extrañamente venderme nada (los últimos años más que nunca hay un acoso y derribo a "los euros con patas"), si no había vehículo de comunicación simplemente me miraban con cara sonriente, me empecé a sentir acogida, al final tenía que denegar invitaciones (gesto de especial mal educación en marruecos, si tienes tiempo no lo hagas! sino pídeles una tarjeta, que todos tienen, y dile que volverás más tarde ) porque tras 3 horas largas no había conseguido llegar a la plaza. Mi consejo es que te dejes perder por sus calles y te reubiques preguntando.


 

Y qué decir de Jemaa El Fna, la primera imagen fue tan diferente a la concepción actual, cuando las calles se ensanchaban y al fin ves espacio abierto apareces en la plaza. La primera vez que conseguí llegar, ví una gran explanada sin realmente nada, de hecho no pensaba que hubiera llegado a la plaza, tuve que preguntar para cerciorarme. Allí pude comprar un mapa, lo que acabo del todo con aquella incertidumbre con la que empecé mi camino desde el Riad.

Y aquí debo hacer un inciso, porque la plaza Jemaa El Fna es el corazón de Marrakech y la vas amando según la transitas (sobre todo si vas en fechas no vacacionales para los occidentales), desde los subterráneos de la parte noreste donde resguardarte del frio con una harira, los puestos que humean por la noche y ofrecen la cena, los tenderetes de zumo en el día, peleas de boxeo, grupos humorísticos, el rezo de las mezquitas, tiendas, bancos, estanco...siempre pasarás por
Jemaa El Fna.
He de decir que su momento, a mi parecer, mas esplendoroso es durante el ramadán y en especial la última semana, por la noche las calles son una locura, no entra un alfiler por el zoco, viene gente de todo Marrakech pero también de todo Marruecos a rezar y es que la Kutubia solo está separada de la plaza por la avenida de Mohammed V.


El ramadán no es un buen momento para conocer marruecos por primera vez, pero si es una experiencia diferente si has viajado en otras ocasiones y conoces un poco la cultura, las calles de noche vibran, con la última llamada del día (este año 7:20), todas las tiendas cierran, el tráfico minutos antes se vuelve loco y de repente te encuentras sola en la calle, ves a algunos tenderos prepararse la harira o el té para empezar a abrir estómago trás el ayuno y unas horas después la calle se empieza a llenar y llenar de gente.


Durante los rezos en el ramadán, la Kutubia y los alrededores se colapsan, se corta la avenida, la gente para los motores de las motos y las arrastran hasta que salen de la zona por respeto, filas y filas de personas repiten sus versos.

Se organizan diferentes equipos de control por seguridad, la media luna roja atiende a personas que se desmayan en el fervor del rezo, la policía controla las vallas de acceso y un grupo de sordos regula el aparcamiento y el tráfico.

Este grupo de sordos son colegas, los conocí por Ahmed, gran compañero de viaje y amigo que muy amable al enterarse hace unos años de que estudiaba lengua de signos corrió a buscar un conocido sordo por las calles del zoco y me lo trajo a rastras del brazo.

Gracias a ellos tuve el privilegio de pasar una noche maravillosa en un marco incomparable, el sentimiento, la esperanza, el arrepentimiento, el dolor, la gratitud... de tantas personas al unisono, genera una tensión que flota en el ambiente y que es dificil de describir, nunca vi un rezo igual. Pero lo más llamativo de la experiencia con ellos fue comprobar la relación que tiene la comunidad marroquí con los sordos, nada les impedía una comunicación directa, la desinhibición del pueblo marroquí nos ganaba por goleada otra vez, en este caso en la forma de relacionarse con los discapacitados, manos sin sentido se movían al aire pero esa predisposición era el punto de inflexión, esto lo que consigue demoler la barrera de la lengua.

Maravilloso también, oír la llamada al rezo sonar desde los minaretes de las múltiples mezquitas que rodean la plaza (os recomiendo la azotea del CTM, para huir un poco del turista, no me llevo comisión), es particularmente especial el sonido y la acústica de esta plaza comparada con otras ciudades musulmanas.


Y volviendo a aquel primer día en Marrakech. Poco después de llegar a la plaza conoceré a una chica que se convertirá en una gran amiga, que hoy hecho tanto en falta, nuestra amistad durará varios años, con varias visitas de por medio a su ciudad natal, Rabat. Su nombre era Rita, un nombre poco común y es que su abuela lo eligió por su madre, ella era italiana. Cuando una persona muere en Marruecos es muy complicado encontrar donde la han enterrado, en el registro solo pueden solicitar información los familiares. En mi última visita el pasado agosto, intente ponerme en contacto con la familia sin conseguirlo. Ella era una chica de 21 años en aquel entonces y estaba acompañando a un amigo suyo en Marrakech porque se celebraban los castings del "Tú sí que vales" marroquí. Gracias a ella aprendí inglés, algo de marroquí y mucho de su cultura pero sobretodo me mostró una increíble fortaleza y poder de autocrítica ante el mundo de hombres musulmán.

Rita vivía en una casa muy humilde en las afueras de Rabat (el segundo viaje que hice me aloje con ella unos días) con su familia (Padre, madrastra y dos hermanos) la cual por lo que viví tenía una dinámica machista que me costó respetar durante mi estancia. Rita trataba de encontrar un trabajo a escondidas, porque no soportaba la situación en su casa, estuvo años intentándolo hasta que consiguió un puesto de teleoperadora de habla francesa en Casa Blanca, donde se independizó. Siempre pensaré en ella, andando por las calles de la cosmopolita Casa Blanca , me hubiera encantando verla contenta y fuera de su casa.

Y con esto quiero introduciros en las relaciones, que se desarrollan en una dinámica de cercanía, en general son muy de contacto físico, con lo que no temas en coger del brazo o el hombro a alguien mientras hablas, verás que ellos lo hacen constantemente. Si eres una mujer, da la mano a no ser que se acerque la otra persona si la relación es cercana 3 ó 4 besos y especialmente los hombres muchos abrazos. Es fácil conocer a gente en Marrakech y se cuida mucho al turista, sí que es cierto que la pillería está en cada esquina y debes andarte con cuidado sobre todo con no pagar más de lo que vale algo (he ahí la cuestión, ¿cuánto valen las cosas?) y con los que buscan aprovecharse de tí. Aunque esto es la diversión de la ciudad, que nunca sabes lo que pasará cuando pises la arena, hay personas maravillosas y es que este pueblo destaca por su hospitalidad, te invitan a comer a casa con facilidad y por supuesto a charlar y tomar el té, la prisa no llega a Marrakech y si tu llegas a ella sin prisa te sabrá acoger.


Pasado este primer día, todo va sobre ruedas y nunca mejor dicho, me despierto con unos toques en la puerta de mi habitación, otros chicos que habíamos conocido y Rita venían a buscarme en moto. Uno de los grandes placeres de Marrakech es montarte en una moto y recorrer callejuelas peleando por pasar entre burros butaneros y carros de lana o naranjas, adquieres una visión más completa de la medina. Verás motos con hasta cuatro ocupantes, ten cuidado con la policía, porque aunque nadie lleve casco, si un turista no lo usa lo más probable es que algún policía te pare y te saque algo de dinero.


Aquellas noches tuve la suerte de estar en varias casas cerca de la plaza. Es típico en Marrakech el cubrir las calles con unos aterrazados de madera, chapa y hojas de palmera seca (resguarda del terrible calor) pero también las azoteas que suelen tener una pequeña habitación y/o un palomar.
 Asomarte a una azotea es dominar el horizonte, son todo casas de dos o tres plantas, aunque hay edificios más altos. Por lo que subirte a una azotea con la brisa de la noche es un plan perfecto y compartir música y hablar de ella con los marroquíes es una aventura que no os podéis perder.







                            





Tanto me confié, que empecé a notar que llevaba una dinámica muy diferente a los turistas con los que compartía habitación, siempre recordaré a un grupo de españoles que se quedaban ojipláticos cada vez que volvía por la noche (los turistas generalmente están en el Riad como tarde a las 11-12, si cogeis taxis no hay ningun peligro, pero la noche de Marrakech no es especialmente segura). Pronto te das cuenta de que ser mujer u hombre no es tan importante como saber comunicarte y moverte por la ciudad. En realidad no tuve mayor problema, si es cierto que tuve un par de incidentes aislados que podríamos catalogar de imprudencias por mi parte.

Os contaré solo un par por ser curiosos. Un poco más pillada por los pelos que las demás y en la puerta de mi Riad (no recomiendo ese barrio para nada, muchos problemas los tuve por la zona, el Riad para que no vayáis era el Riad Jddi, donde por cierto tuve un conflicto importante porque invité a Rita, que dormía en la calle, a dormir en mi habitación doble, recordemos que iba a ir acompañada y la reserva no se pudo cambiar, total que al siguiente día el hombre invito a Rita a dormir con los trabajadores y le propuso digamos, cosas indecentes). Voy a la historia, que fue un poco de película policíaca, era mi última noche y mi vuelo salía a primera hora de la mañana, yo volvía en taxi de madrugada con dos amigos autóctonos de un fumadero de shisha nocturno de la zona nueva (zona de construcciones francesas del ´30 y de hoteles y restaurantes para gente adinerada), el primer destino: mi famoso Riad.

Según nos acercábamos se venía una figura en la puerta, yo no le di ninguna importancia pero el taxista aminoró, yo me puse la mochila y cuando abrí la puerta, mis dos amigos y el taxista empiezan a gritar; yo no me entero de nada.  Ahmed sentado a mi lado tira de mí y cierro la puerta, en ese mismo instante la figura que era un hombre con chilaba empieza a correr. 
El taxista sin pensarlo dos veces empieza a arrinconarle pegando el coche a las fachadas (el coche, un mercedes-Benz con más años que Matusalén, acabo redondo), en medio de esta situación me cuenta mi amigo que el hombre de la chilaba llevaba un sacacorchos en la mano (al principio me parecía tan inverosímil y creía no entenderle).
Paralelo a esto, acierto a ver que en realidad son tres personas, según avanzábamos con el coche otro hombre sale del lado derecho y también corre por la calle se suben al capo y al final desaparecen por una calleja, el otro se escapó antes que estos.

A modo de rally y como un empeño personal el taxista gira en tres calles y aparecemos en la comisaria norte de Marrakech, creía que en ese momento acabaría nuestra hazaña pero no nos dejan salir del taxi, el taxista grita algo en árabe a los policías, los policías se montan en una furgoneta demasiado grande para las calles de Marrakech, el rally se reanuda esta vez yo no estoy en él.

 Esperamos en el taxi frente a la puerta de la comisaria unos 20-30 minutos y vuelve la furgoneta, y aquí es donde comienza la odisea. Nos hacen salir del taxi (poco antes había enseñado el pasaporte a un policía que se había acercado, dato importante), y nos suben a la furgoneta por la puerta-maletero.

La furgoneta que tiene una rejilla de separación entre la zona del conductor y la de atrás, no tiene asientos sino dos bancos metálicos colocados verticalmente a cada lado de la furgoneta , pero no íbamos solos sino con cuatro detenidos (solo había 3 en la puerta del Riad) y entre ellos estaba el único que reconocí el hombre de la chilaba que supuestamente portaba un sacacorchos, pero es que además estos detenidos compartían esposas, es decir un par de esposas por casa dos detenidos (una mano libre y la otra esposada a otro detenido), y uno de los detenidos estaba fumando un cigarrillo (¿debo entender que no les han registrado y retirado sus pertenencias?).
 Recuerdo perfectamente este detalle porque durante el trayecto y escoltada por mis dos amigos cada uno sentado a cada lado, veía con estupor como en el banco de enfrente dos de los detenidos se gritaban y empujaban el uno al otro, uno de ellos quemó al otro con un cigarrillo (alucinante proceder del cuerpo policial marroquí, que no acertaron a girar el cuello aunque si gritaban trás la rejilla de la furgoneta en un trayecto que aunque corto a mí se me hizo eterno).

Mientras los sucesos se encadenaban y me veía teniendo que entrar en la furgoneta mis amigos me repetían que no pasaba nada pero que mejor no quejarse y hacer lo que decían, íbamos supuestamente a otra comisaria (con calabozos, la central). Temblando en la segunda comisaria y dando por hecho que perdía mi avión me vi convertida de víctima a acusada, recordé de pronto toda la problemática de la unión de pasaportes marroquíes y españoles (dormir en un Riad con esta mezcla en Marrakech es una utopía o almenos muy complicado, da igual que sean del mismo sexo; además está el tema de las tarjetas de guía turístico que son necesarias para acompañar a un extranjero).

 Resumiendo después de hacerme testificar sobre el tema del robo delante de los acusados (los cuales me tiraban besos al aire), de lo cual he de decir que preferí hacerme la tonta y decir que no había visto nada; recibí una interminable tanda de preguntas sobre lo que hacía yo a esas horas con dos marroquíes volviendo al Riad además de tener que contarles mi vida y la de mi familia, el resultado fue dejarnos ir poco antes de que mi avión despegara. Tiempo después me contarían mis amigos que tuvieron que volver a declarar por relacionarse conmigo.

Sobre esta noche que no ha sido la única en la comisaría de la plaza Jmaa El Fna, solo decir, que llegue a pasar miedo por mis dos acompañantes por los desafíos que la policía les lanzaban, en estos temas los españoles no debemos temer nada, porque el turista "es protegido".

Este año tuve mi segunda experiencia en este aspecto tan desagradable. Tuve la enorme suerte de ser invitada a cenar el cuarto día antes del final del ramadán a la casa de la familia de un gran amigo. He de decir que Marrakech tiene muchas caras, pero la más auténtica puedes verla cruzando por la Route d´Agdal en SYBA (Sidi Youssef Ben Ali), has de salir de la medina para descubrir nuevas plazas y calles, comercios, ferias, el "tanatorio" y muchos aspectos de la vida cotidiana de los marrakechíes. 

Comer en una casa marroquí significa reventar, todos conocemos recetas
magrebíes, como el kus kus, el humus, kefta, tajin, etc. Os voy a hablar de la Tangia, que me llamo la atención por su elaboración y el peregrinaje que requiere. Receta: Consiga una tangia (que es el recipiente), vaya usted al carnicero y ponga la carne dentro del recipiente, a continuación vaya usted al 
especiero, usted debe de dejarle la tangia, él la aderezará, recojala usted cuando le indique el tendero y vaya al horno del pueblo (mi padre me ha contado como esto también se hacía en España), el dueño del horno le pondrá una chapa a su tangia, le dará la correspondiente copia a usted, bien pues en 5-6 horas pase usted a recogerla y listo. He de decir, que está que te mueres y la carne se desace en la boca, pero lo más alucinante de una cena de estas características (la última semana del ramadam cuenta con muchos festejos) es la exagerada cantidad de familiares y no familiares que puedó pasar por aquél salón o aquella mesa central. Besos y abrazos ruedan de un lado para otro y el recibimiento es esquisito.
Las palabras clave en una comida son: SAHA - que aproveche, SAFI - está bien, sufuciente y SUCRAN - gracias.

Y esto lo menciono porque estas cenas que se prolongan hasta largas horas de la noche, van acompañadas, después, de un rezo que creo recordar terminó aproximadamente a las 3 de la madrugada. A esta hora hay que sumarle el trayecto desde SYBA a la plaza y la charleta tradicional de despedida eterna marroquí, se nos hicieron las 4 de la mañana en la pequeña plaza que se une a la gran plaza.

Pues bien a esta hora a la policía le parece indecente que una mujer y un hombre no casados estén en la calle hablando, recordemos que estamos en tiempo de ramadán (siempre los marroquíes dicen que Marruecos es un país tradicional un mes al año). Y aquí tenemos el segundo viaje a la comisaría. Con resultado de moto requisada, mi amigo encerrado en un interrogatorio eterno y a mí me echan de la comisaria, no sin antes decirle a mi amigo que tiene que acompañarme y volver al interrogatorio. Le dejaron ir al amanecer.

Bueno y dejando de lado las molestias de la policía marroquí, no dejéis de ir a Marrakech, donde todo es posible si te dejas llevar por el ritmo del tiempo, si abres tu corazón y confías en la buena gente descubrirás un mundo artesanal en todos los sentidos, porque todo allí se trabaja de otra manera y a otros ritmos, desde las relaciones humanas hasta la comida. Por lo que date un tiempo y no hagas un viaje exprés, detente a conocer a la gente que te cruzas en el camino porque los jardines majorette seguirán allí la próxima vez, insha'Allah.

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