martes, 26 de noviembre de 2013

Paniker-Fromm

Salvador Pániker y Erich Fromm

En Erich Fromm (The Sane Society) se dilucida sobre el desarrollo del capitalismo desde el siglo XVII y XVIII hasta la actualidad como la formación de un paradigma que ha puesto a la persona al servicio de la economía, y no al revés. El “tener” supone en este paradigma, un valor superior al “ser” y que leído por Salvador Pániker sería motivo explicativo de la distanciación con respecto al origen. Lo cualitativo se transforma en lo cuantitativo y la identidad la constituye el grado de abundancia material, el tamaño de la cuenta corriente como síntoma de salvación divina.

Se produce de este modo, para Fromm, alienación, que puede leerse como ansiedad y depresión, en términos de distanciación al origen. Esta alienación viene asociada con la falta de motivación, palpable en la distanciación que se produce entre el trabajo y el trabajador. El ejemplo del artesano que observa el producto final desde la participación en todas sus fases productivas hasta la mecanización sectorizada, fruto del fordismo, donde el trabajador no se siente identificado con lo que produce y por tanto se distancia tanto de lo que produce como de símismo como productor, se distancia nuevamente del origen.

Podríamos por tanto y a raíz de la discusión sobre ídolos e idealización, establecer una conexión entre la economía actual y el concepto de “sistema cerrado” que propugna Salvador Pániker, un sistema que no da cabida al cuestionamiento y a la integración de lo ambivalente, lo plural y la complejidad de la incertidumbre que supone lo real. La ideología que subyace el paradigma económico actual, el laissez-faire, se convierte en un sistema cerrado desde el momento que no cuestiona las bases sobre las que se mantienen. Que los Estados-Nación actuales no cuestionen los fundamentos más profundos de la ideología neo-liberal, implica la aceptación de un sistema cerrado, una búsqueda desesperada por una Verdad englobadora y, por tanto, una religión secular que acompañado de la ciencia positivista, define los valores que sobrepasan las mismas fronteras de su propio campo, es decir, van más allá de la economía. Como ejemplo, el hecho de que a un candidato en democracia sea vendido como un producto.

La satisfacción de deseos no tiene fin. Pero acercarse al origen sí supone un fin, y un fin, que si logrado, y cuya posibilidad motiva el profesor Pániker, no podría explicarse por la satisfacción de esos deseos. La confusión por tanto estriba en cómo llegar a ese fin: desde el “Ser” o desde el “Tener” (César Díaz Carrera). Perseguir fines, deseos, nos aleja en definitiva del fin último y óptimo que en el fondo pretendemos conseguir para salir de la enajenación. Por tanto los deseos sólo nos confunden y alejan más, si es posible, del origen. Sócrates bien estableció, congruente con esta argumentación, que el Hombre debe sobrepasar sus deseos.

La felicidad por tanto no es sinónimo de plenitud, y la división entre ambos se materializa bajo la escisión entre Necesidades (pertenecientes al Ser) y los Deseos (adjuntos al Tener). La plenitud está asociada a un estado interno, a una sensación de libertad personal, interior, y que nos libera de todas las cadenas, sobre todo las que se encuentran dentro y a la vez fuera de nosotras (como personas) y que arrastran la mayor parte de nuestro estado de conciencia.

La extrapolación de valores mercantiles a otros aspectos de la sociedad humana es, en este sentido, lo que genera la ansiedad, el desapego, la virulencia existencial, y, reitero, la distancia del origen. Relaciones de amor como objetos a consumir, atención excesiva concentrada sobre la acción y no suficientemente sobre el actor que emite la acción y que es, a su vez, emitido por la misma.

Por tanto, apoyándonos en Fromm, hemos desarrollado la Inteligencia, es decir, la habilidad de desarrollar métodos y prácticas para conseguir cosas, pero no la Razón para llegar a la verdad, recalco, al Origen. El hombre alienado no cuestiona la realidad porque desconfía de su actitud creadora y de su capacidad de acción para cambiar la misma. Su pasividad merma su capacidad de liderazgo que, si fuera potenciada, le mostraría que el ser humano, cuando actúa, vivencia lo transformable que es el mundo.

En definitiva, paradigma económico, sistema cerrado, pasividad, ansiedad, depresión, ley de la conformidad, burocratización, instrumentalización, etc. reúnen todos los componentes presentes en la sociedad Occidental actual y que lo alejan incesantemente de la realidad. Sin embargo, el ser humano occidental puede cambiar su condición. Puede acercarse críticamente al origen. Un acercamiento que empieza con liderazgo interior e individual y que debe transformarse en liderazgo grupal, exterior, y que permite unir al individuo con el todo del que es parte inherente. Es una llamada a la recuperación de lo holístico; a entender el mundo desde el todo y no desde la separación de sus partes más pequeñas. Pero, sobre todo, es una llamada a la acción, acción como forma única de “retroprogresar”, en términos de Pániker, al origen del que, en definitiva, partimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario