viernes, 15 de noviembre de 2013

... En la mentira

La peligrosa evolución de la mentira

El pasado domingo tuve la ocasión de escuchar a un periodista en televisión, argumentando la aterradora frase: “la política no se maneja en el campo de la verdad, sino en el de lo verosímil”.
Si bien es cierto que la condición humana es proclive a justificar sus propios actos, no lo es menos que el valor de la palabra, como mínimo se ha difuminado en su significado. Ninguna aseveración parece clara. Perdidos en su cualidad relativa, cada día, encontramos testimonios que parecen provenir de seres humanos que habitan en otro mundo. “Los sueldos no están bajando”, “el gobierno no me impuso rectificar” o “la crisis se ha acabado”, son algunos ejemplos de ello.
Aunque el presidente Rajoy haya intentado calificar el episodio como un malentendido, el portavoz de Educación de la Comisión Europea, este martes, calificó las informaciones sobre Erasmus surgidas en España de “rubbish”, que en inglés significa basura o disparate, precedidas de una pseudodisculpa “No sé cómo decirlo de una forma más diplomática”.
En la búsqueda de sinónimos del término en cuestión, surgen los siguientes: embuste, falacia, falsedad, bola, trola, cuento, engaño, enredo, falsificación, ficción, patraña o calumnia.
Como si de un monstruo mutable se tratase, aparece en sus diferentes formas con oscuras intenciones.
Partiendo de la base de la existencia de un amplio espacio para la interpretación, en opinión de una gran parte de la ciudadanía, la manipulación de datos no debería ser el modus operandi habitual de los decisores de ningún estado. En demasiadas ocasiones se alude a conceptos abstractos como el mercado, de difícil comprensión como la prima de riesgo o de dudoso rigor como la demanda social.
Las contradicciones se solapan unas con otras en el congreso, en los debates o en cualquiera de las propuestas del gobierno, mientras que el resto de  la comunidad asiste atónito a este gran espectáculo de destrucción humana, como el que ve llegar a una ola tan grande, que lo único que le da tiempo a pensar es el tiempo que queda hasta que pase. ¿Y si no pasa?
En otro tiempo, la mentira suponía unos costes políticos. Recordemos los atentados de Madrid del 11-M, que en opinión de muchos provocaron la derrota del Partido Popular, debido a la falta de credibilidad de sus informaciones aportadas al respecto. Ahora es diferente. El miedo nos paraliza.
El objetivo primordial de los dirigentes se fundamentan en el mantenimiento de sus posiciones de privilegio, y para ello, emplean la famosa premisa “el fin justifica los medios”, con total impunidad, puesto que todos jugamos a un juego creado por y para su disfrute.
Cada uno de nosotros posee una capacidad de entendimiento, unos valores y unas creencias que no son tomadas en cuenta. Si la democracia representativa se abrió paso contando con nuestra aprobación, volvamos a tomar las riendas de un presente y un futuro que nos pertenece. Digamos NO a la mentira. Acabemos con la sumisión. Nuestro consentimiento es el origen de la legitimidad de un poder político que se salta “a la torera” sus compromisos y sus responsabilidades.

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