sábado, 16 de noviembre de 2013

Resistir (Sabato)

Comentario del libro “La Resistencia”

Publicado: noviembre 15, 2013 en Uncategorized
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Mediante un  grito de esperanza demencial, esbozado en conjunto de cinco cartas al que se añade un epílogo final, Ernesto Sabato intenta inyectarnos la idea de que una vida más humana está en nuestras manos, en cada instante, en la propia circunstancia, en el hoy y en el aquí, de modo que se antoja urgente y necesario revalorar el pequeño lugar y el poco tiempo que vivimos.
Debatiendo entre lo pequeño y lo grande, hemos de reconocer los espacios de encuentro, huyendo de las relaciones abstractas, como puede ser la que mantenemos con la televisión, la cual nos anestesia la sensibilidad y es aceptada pasivamente, debido al encadenamiento a la comodidad que procura la técnica. Citando a Hölderlin con su frase “el hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, de abrazar a mi especie en una criatura amiga”, podemos entender que la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alienta, y que es el otro el que siempre nos salva.
La creencia en las gestas cotidianas, en el diálogo, en la responsabilidad y dignidad de la persona, así como en la libertad, deben aportar un cambio de mentalidad para poder afrontar la actual pobreza existencial de las enfermizas sociedades contemporáneas.

En un segundo acto, se presenta un mundo resecado por la competencia y el individualismo, donde se mide el tiempo de modo utilitario en términos de producción, y  en el que el autor echa en falta antiguos valores como el respeto por los demás, la honestidad, el sacrificio o la vergüenza. Se anhela también el valor de las palabras.
La globalización aplasta el poder de las culturas e impone una uniformidad arrogante, que lleva al ser humano a perder el sentido de sus valores y a no saber en qué o quién creer. Hoy no tenemos un relato que nos una como pueblo o como humanidad, y ante el fracaso de la razón, la política y la ciencia, el ser humano oscila en el vacio sin encontrar donde enraizarse.

Entre el bien y el mal, transcurre la tercera carta propuesta, reconociendo la existencia de ambas fuerzas, pero también la necesidad de luchar incansablemente por la primera, ya que las personas somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Comenzando por la educación, es urgente ser conscientes de que vivimos en una tierra que debemos cuidar y de la que dependemos. Por lo tanto, es importante transmitir el hecho y el deseo de que cada ser humano se sienta parte de la historia, y reaprender lo que es gozar. Por ejemplo, un lujo verdadero es un encuentro humano.

En palabras de Dostoievski “cada uno de nosotros es culpable ante todos, por todos y por todo”, de lo cual se puede extraer que la amenaza de derrumbamiento del mundo es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación, de la inmoralidad del “sálvese quien pueda”. Nos encontramos ante una crisis en la concepción del mundo y de la vida.
En un cuarto episodio, se citan los valores de la comunidad, alertando la exigencia de la democracia de una presencia activa, ya que de lo contrario , se genera indiferencia y conformismo. Según Camus “la libertad no está hecha de privilegios, sino sobre todo de deberes”.
El nihilismo que caracteriza el presente, hace imposible la transmisión de valores a las nuevas generaciones, pero si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa, perdiéndonos el gozo inmenso que entraña compartir el destino.

La quinta carta aborda directamente el concepto de resistencia, haciendo hincapié en que lo  primero en ser urgentemente reparado debería ser la desvalorización de si mismo que siente el hombre y que es el paso previo al sometimiento. Uno no se atreve cuando está sólo y aislado, pero si puede hacerlo si se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás. Las heridas de los hombres nos reclaman.
Lo peor es el vértigo, entendido como miedo. El hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no responde, ya no es libre, ni reconoce a los demás. A esa velocidad, no se podrá mantener como humano, será aniquilado. Estamos en camino pero no caminando. Hemos perdido el silencio, la serenidad, pero también el grito.
Es  necesario reconocer el lugar donde cada uno de nosotros es llamado a oponer resistencia, para crear espacios de libertad, encontrando en las mismas crisis la fuerza para su superación. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos.
En un fascinante epílogo, considera la inasible fugacidad del tiempo, afirmando rotundamente que cada hora del hombre es un lugar vivo de nuestra existencia, que ocurre una sola vez y es irremplazable para siempre.
De este largo recorrido pleno de sentimientos, se desprende que lo esencial de la vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino y que se revela en esos momentos decisivos que nos abren las grandes opciones. Diferenciar entre resignarse, como cobardía que justifica el abandono y nace del miedo,  y aceptar, como respeto por la voluntad de otro, puede suponer un paso decisivo.
Finalmente, aparece la comprensión de la muerte, contemplando la historia de lo vivido y llegando a la conclusión de que el mundo no sólo está afuera, sino en lo más recóndito de nuestro corazón. Nos salvaremos por los afectos.

Resistamos unidos a la entrega a los demás y en el deseo absoluto de un mundo más humano.

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