jueves, 23 de enero de 2014

Economía social y Cooperativismo

Reflexiones sobre exposiciones de clase: Economía social y Cooperativismo
Partiendo de la base del gran esfuerzo mostrado por los compañeros y que debido a la escasez de tiempo para exponer, seguramente no pudieron transmitir todo lo que han aprendido al investigar sobre el tema, cabe destacar una idea sobre el resto: El poder colectivo sobre el individual.
Si bien existe poca información o al menos limitada, reseñaron la importancia del emprendimiento colectivo, debido a que esta participación grupal, aporta confianza y disminuye el miedo al riesgo, entre otros beneficios. Posibilita una autogestión a la que no siempre se tiene acceso al ser asalariado, buscando una viabilidad de los proyectos fundamentada en el desarrollo sostenible y la primacía de las personas sobre el capital. A estos principios se unían la promoción de la igualdad, la cooperación y el compromiso responsable.
El origen del cooperativismo data del siglo XIX, cuando en plena Revolución Industrial, algunos grupos de personas intentaron escapar de las precarias condiciones que les proponía el sistema capitalista imperante, buscando su cuota de participación en el establecimiento de objetivos o decisiones empresariales, es decir, que se lanzaron a encontrar su propio camino.
En la actualidad, el cooperativismo presenta muchas luces, como pueden ser los grupos que colaboran en la alimentación de los más desfavorecidos, o aquellos que defienden a consumidores y usuarios, entre otros, aunque también, en algunos casos, proyectan sombras bastante negativas.
Hace pocos años, tuve la oportunidad de trabajar para una cooperativa educativa, que lejos de facilitar la participación en su entidad como un miembro más del equipo docente, basaban su confianza en sus empleados o asalariados (como era mi caso), en función de si eran capaces de subsanar sus carencias organizacionales. Es decir, que para tener una vida laboral sin excesivas angustias, o bien te convertías en socio beneficiario del centro educativo (previa aportación de aproximadamente unos 50.000 euros), o estabas destinado a ser el chico para todo, el becario en su peor sentido. A estas “atractivas” condiciones, como no podía ser de otro modo, se le sumaban unas remuneraciones por debajo de lo común en el sector y unos horarios que podían variar, dependiendo de las necesidades del centro.
Tristemente, personas cercanas siguen “disfrutando” de este tipo de contratos en el sector educativo, lo que demuestra, que teoría y práctica en la mayoría de las ocasiones no van de la mano.
Dado que no tuvimos tiempo para poder debatir sobre el tema, mis preguntas acerca de los aspectos negativos del cooperativismo quedarán pendientes para otra ocasión. Sin embargo, mi visión acerca de la necesidad de colaborar en proyectos colectivos sigue siendo total, ya que aquellos que no gozamos de privilegios económicos, hemos de buscar espacios de apoyo y desarrollo mutuo.
La unión hace la fuerza.

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