lunes, 18 de noviembre de 2013

¡No es la economía, bobo!

     "¡Es la economía, bobo!", fue la frase que resultó decisiva en la campaña electoral de Clinton para las elecciones de 1992. Con esta frase intentaba resaltar que los cambios en la política estadounidense debían ceñirse a un cambio económico, de lo que dependían las vidas cotidianas de los ciudadanos. Esta frase se ha llevado a la práctica por infinidad de análisis políticos y sociológicos para intentar dar una respuesta a las causas por las que estamos aquí y al futuro que nos espera. En definitiva, muchas personas con renombre y otras con no tanto, hacen hincapié en que el gran problema es la economía y por ello hay que cambiar las reglas del juego para poder cambiar la realidad en que vivimos. Desde marxistas, socialdemócratas, anarquistas o liberales, la esencia del sistema se encuentra en el sistema productivo y las reglas que rigen la economía, además todas estas corrientes ideológicas que imperan en la sociedad y en la academia se centran en la economía como eje de la estructura social de la realidad. 

     "Ojalá, la economía fuese el eje sobre el que se estructura nuestra realidad", pienso yo. Ojalá los cambios económicos propiciasen los cambios en todo el sistema articulado entorno al ser humano. Simples cambios como el salario mínimo, fiscalización rigurosa y proporcional, contratos únicos y un sin fin de medidas no tan lejanas de lo que se podría conseguir serían detonantes de grandes cambios sociales y, al igual que nos encontramos en las propuestas de los grandes partidos políticos (PP, PSOE y un gran número de partidos europeos) la panacea de una sociedad justa e igualitaria que se describe en sus propuestas sería una realidad. Además, si todo se restringiese a este campo de la actividad humana, la sociedad podría tomar conciencia de su situación y la movilización en torno a asociaciones, sindicatos y plataformas sería masiva, aglutinaciones de millones de personas llenarían las calles y las demandas sociales a través de la presión tendrían su incidencia en la norma, pero claro, esto no sucede, porque, simple y llanamente, no todo se puede rescindir a la economía.

     Hartos de ver como todas las soluciones que se muestran en los noticiarios se limitan a cambios económicos (laborales, productivos, fiscales, etcétera) no nos fijamos en los grandes cambios que sí se implementan y que no se manifiestan en los programas políticos. Hartos de ver como la economía parece construir nuestro día a día, somos ciegos al no percibir otras esferas que empapan nuestra realidad hasta el punto de ser ejes fundamentales en la construcción y el mantenimiento de nuestros valores, actitudes, orientaciones, pensamientos...

    Aún muchos dirán que la economía y sus intereses están detrás de las prácticas culturales, lingüísticas o religiosas, como una mano negra, que articula a través de estos "artefactos" nuestra realidad social. Pero no lejos de esta causalidad, creo que cabe lugar en esa explicación tan trágica la posibilidad de que prácticas culturales, discursivas, simbólicas... tengan su explicación en la propia casualidad, en que, no todo es una estructura controlada por un poder económico sino que las propias personas que tomamos parte en estos procesos y que tenemos la capacidad de mantenerlos o cambiarlos. Y el propio hecho de ser nosotros mismos, los que tenemos capacidades, tenemos poder (en un mayor o menor sentido), seamos los que reducimos todo a la dominación económica del mundo, conseguimos que nuestra capacidad de acción, de voluntad de cambio, de tomar decisiones desaparezca. Todos, como personas, tenemos capacidades dentro de un mundo que, desgraciadamente, no solo es desigual y mantiene unas reglas de funcionamiento desastrosas, sino que también parece hacernos creer que la economía decide nuestras vidas y somos simple ganado a las órdenes del pastor. Nuestra capacidad de razonar, y llegar a entender que no somos fichas sino somos participantes en un mundo con unas reglas, nos dará la posibilidad de actuar y cambiar la realidad de nuestras vidas y el futuro de la sociedad. 

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