domingo, 13 de octubre de 2013

Dogmas y conocimiento

Reflexión semanal: dogmas y conocimiento en ciencias sociales



“El interés individual es el principal motor del crecimiento y el bienestar colectivo”. Aunque está oración no procede literalmente de un autor concreto, es una máxima presente en el pensamiento político, social y económico de muchos y destacados hombres a lo largo de la historia. Es además, una idea de gran difusión colectiva, de forma más o menos implícita o explícita, pero igualmente constante entre la gran “masa de individuos” que es la sociedad Occidental. Y es precisamente el calificativo de “masa de individuos” el más apropiado cuando se abordan las relaciones interpersonales como meras relaciones de interés individual agregado desde una óptica impersonalista. Cuando se emplea el término “masa” no se busca concreción, ni complejidad ni reflexión; sencillamente se busca identificar espacialmente un objeto o conjunto de objetos que ocupan un lugar en ese mismo espacio y tiempo del plano de la realidad.

¿Qué tiene que ver el párrafo anterior con una reflexión estrictamente personal sobre el aprendizaje acaecido en la segunda semana de clases de Sistema Económico Mundial? Pues bien, el anterior párrafo es fiel reflejo de una idea que ha estado muy presente en el pensamiento de quien escribe. Durante años, a pesar de mantener una orientación solidaria y colectiva en el ideario personal; ha resultado imposible escapar de esta lógica economicista a la hora de reflexionar sobre política económica, crecimiento, prosperidad y bienestar.

El temprano estudio de los ya casi incontables y rotundos fracasos de planificación central económica, a cargo de regímenes autoritarios; hizo que esta idea del interés personal como motor de crecimiento en el seno del capitalismo cobrase más y más fuerza, hasta concluir que no existía alternativa económica a la hora de garantizar bienestar material y convivencia democrática. Aunque conviene puntualizar que no era esta una visión “austríaca” o “anarcocapitalista” en absoluto (de hecho, casi nada más lejos de la verdad); era cierto que, dentro de un marco solidario, la principal lógica para explicar el comportamiento humano y el crecimiento económico estaba presidida por este dogma del interés individual.

Durante la etapa universitaria, fui comprendiendo como las lógicas económicas tal y como habían sido formuladas y aprehendidas, resultaban ineficaces e incompletas a la hora de abordar el estudio de los seres humanos y su comportamiento social. Así, se me reveló como las técnicas cuantitativas de investigación no podían explicar por sí mismas estos fenómenos, y sus grandes limitaciones solo podían ser subsanadas con el empleo de otras técnicas que reconociesen la gran complejidad del ser humano, aun a riesgo de no poder desarrollar grandes leyes científicas de validez y generalización universal (que, por otra parte, carecerían de sentido alguno aunque se pudiese pensar que son más operativas).

Sin embargo, las limitaciones de las técnicas cuantitativas de investigación no conseguían derribar la idea de que el sistema de libre-mercado presidido por el interés individual era el más eficaz. Hasta ahora. Aunque no es posible aún trazar una conclusión en torno a un tema tan complejo; quizás la cuestión no sea el sistema en sí sino la forma de analizarlo. Como Sweezy expone en su obra (Teoría del desarrollo capitalista), la tradicional forma de investigar en el ámbito económico, estaba (y está) coronada por la idea del interés individual; las relaciones entre sujetos (que no relaciones interpersonales) obedecen a una utilidad material y carecen de complejidad subyacente. Es esta lógica la que permite al autor ironizar sobre cómo esta forma de pensamiento es teóricamente aplicable tanto a Robinson Crusoe como a distintos tipos de convivencia social colectiva.

No es posible todavía llegar a una gran conclusión trascendental; pero quizás si es importante darse cuenta de que la lógica científica ha estado obviando un factor importante: la multilateralidad de las relaciones interpersonales y el sentimiento colectivo o comunitario; los espacios de innovación no son individuales sino que son producto de la interacción colectiva. Y, aunque el método científico empleado obvie estas realidades, no significa que estas dejen de operar de facto en el seno del sistema, sino que sencillamente revelan que el método es mucho más limitado y simple que el objeto de estudio.

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