martes, 15 de octubre de 2013

Reflexiones en clase

         Cuando en grupo debatíamos el primer día de clase acerca de aspectos y sucesos de nuestro pasado que nos gustaría o que detestaríamos volver a encontrarnos en un futuro, nos venían a la cabeza ideas como las fuertes amistades que se forjan en la niñez, las primeras experiencias que se tienen en un sitio cuando eres "nuevo" o la admiración que encontramos hacia algunos profesores y personas que hacen sentir la enseñanza no como una imposición, sino como un gran placer. Otras experiencias recordadas por el grupo no son tan de buen gusto, pues a veces todo tiene su opuesto y por desgracia las experiencias anteriormente citadas solo podemos valorarlas como tales si encontramos a su antagónica; profesores y asignaturas realmente desastrosos e inservibles, malos ratos y relaciones que podríamos llamar de conveniencia (acechan en las aulas) por no hablar del continuo e incesable derrumbamiento (o demolición) de la Educación, la Universidad, y todo lo que está a sus pies. 

          Personalmente, todos estos recuerdos son, aunque compartidos en su mayoría, vividos de manera especial y personal por cada uno de nosotros, con más fuerza, cariño, despecho, etc, por lo que cada uno de nosotros añorará o detestará en diferente grado cada uno de los sucesos y recuerdos de nuestro pasado. Pero, ¿por qué ceñirnos a recordar? lo más interesante no es pensar qué es lo que quiero o no quiero que vuelva a pasarme; el pasado está ahí, lo importante es, a mi forma de ver la realidad, esperar los nuevos sucesos del futuro con ganas, sin planear cual o cuales quiero que se repitan de nuevo o al contrario, que nunca vuelvan a suceder. Acogerse al pasado para esperar al futuro solo lleva a un vago presente, falto de vivencias, del pasado debemos aprender, para dar lo mejor en un futuro, mientras vivimos con plenitud en momento. 

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