viernes, 18 de octubre de 2013

Muerto el tiempo .....

Muerto el tiempo…

El ser humano le ha declarado la guerra al tiempo, en hacerlo se enfrenta al peor de sus enemigos, a su propia vida.
Los relojes que laten incansables en angustia la eternidad de su tiempo se paran como el resto de los corazones al acabar el último segundo de un suspiro de sangre helada.
El ser humano que busca  la inmortalidad pretende controlar invisibles relojes de arena hechas a medida del destino infiel, en hacerlo, lucha contra la vida, pretendiendo luchar contra el tiempo, lo que se denomina un suicidio de relojería.
El tiempo que nosotros mismos hemos creado, es el mismo que ahora pretendemos destruir con amagos de vidas eternas que presuponen felicidades basadas en minutos irreales, inexistentes y falsamente esperanzadores.
Pocos descubrimientos fueron tan nefastos como la simulada (disimulada) existencia del futuro y del pasado. Con ello pretendió el ser acabar con su tiempo, es decir, el presente. Nuestras pisadas que antes definían el presente, son ahora el vehículo para llegar al futuro y sus huellas, una prueba del pasado.
El tiempo que ordenadamente creó la esperanza, nos regaló la sabiduría, nos puso barba y luego canas, puso fechas a nuestras guerras que ahora hemos olvidado olvidar.
La vida que dejó herencias y legados tras de sí, que pidió un descanso para fugarse con el tiempo de la mano, que perdonó amargas existencias, que nos sonrió con eso, con vida.
Quizá la solución sean las verdades absolutas que se guardan en cajones escondidos de la memoria, la memoria que se desvanece, a saber: tener claro qué hacer en nuestro tiempo vivo y saber que nuestro tiempo de vida es eterno en tanto en cuanto aprendamos a perdonar el final de nuestro trayecto.
¿Quién osa luchar contra la esperanza, quién se enfrenta a la sabiduría, a la barba, a la nieve en nuestro pelo, a las fechas de nuestras guerras, a la historia con sus herencias y sus legados? ¿Quién?

El tiempo que nos ha visto en la cuna y en la tumba, es el tiempo que sabe que somos el reloj de nuestro propio tiempo, que somos nuestra propia bomba de vida.

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